Dos veces inicié mi rol de empresaria, con registro formal en cámara comercio, lo que me facilitó aceptar contratos con entidades que prefieren relación comercial con personas jurídicas. Dos veces repetí el principal error: no actuar como gerente. Mi excusa, soy productora no administradora.
Fracasé. No cuento con autonomía y estabilidad financiera. Sí tengo muchos compromisos bancarios por la gimnasia entre tarjetas. Es innegable mi necesidad de reactivar mi productividad.
Ad portas de cumplir 53 años y casi treinta de experiencia laboral, mi autoestima profesional está frágil. La cotidianidad está repleta de dispositivos digitales que demandan habilidades tecnológicas para relacionarte, para funcionar en ese universo. Que por demás, y por la pandemia, es el único saludable para ser visible. Y mi estatus es prácticamente de analfabeta. Me abruman la velocidad y el volumen de información que todos parecen comprender y manejar, excepto yo. Mis hijas adolescentes no me tienen paciencia.
Soy exigente con la ortografía. Eficiente para resumir ideas. Sensible para estructuras narrativas pedagógicas. Paciente para describir y ejemplificar. Metódica para estructurar un discurso. Flexible para dejarme dirigir. Atenta para escuchar. Humilde para solicitar y aceptar ayuda. Respetuosa de la experticia del otro.
Y, sinembargo, me siento poco útil. Esta incursión como blogger es mi atrevimiento. Es mi empezar a nadar, aunque sin gracia aparente, en esta piscina digital.
angelicaestrada